lunes, 26 de marzo de 2012

Capítulo 1.

<<Capítulo 1: Preguntas sin respuestas>>


Las llamas crecían de todos los rincones. Los vecinos bajaban las escaleras a toda prisa, y Rose corría hacia arriba apartando a sus vecinos del medio. La explosión que mismamente escuchó desde el parque provenía del apartamento de su padre, y por un momento temió de que su padre hubiera sufrido un fuerte percance, dejándola definitivamente sin familia alguna. Lo que ciegamente pasaba por alto, es que el chico de la espada corría tras ella para detenerla; si aquellos dos hombres quiso llevarse a Rose hace un momento, no era de extrañar que la explosión era un tipo de cebo para ella. Cuando llegó a la planta, vio que la puerta de la casa estaba destrozada en mil añicos, y que por extraño que pareciera, las llamas se alejaban del apartamento, como si algo invisible bloquearía la entrada del fuego. Rose entró decidida y asombrada a su vez, al ver que el apartamento de su padre estaba intacto, y sin presencia de fuego, únicamente de un desorden. Las paredes estaban rasgadas, al igual que la maqueta y el sofá de piel. Estaba todo revuelto y patas arriba, y desde el salón, Rose apreciaba una extraña luz que parpadeaba en la cocina.

- ¿Papá? -

- Rose... -

Su padre se encontraba frente a una extraña esfera luminosa, que emitía latidos extraños. Rose retrocedió hacia atrás cuando vio a la criatura que tenía delante, supuestamente su padre. Su piel tomó un tono más pálido, y sus ojos se achicaron en un baño oscuro que emitía odio y muerte, como los anteriores hombres del parque. Su padre quiso tomarla de la mano, pero ella retrocedió nuevamente, tropezando con sus propios pies.

- Tenemos que irnos mi amor... ha llegado el momento -

- ¿Quién...eres tu? ¿Donde está mi padre? -

- ¡Soy yo, mi vida! ¿acaso no me reconoces? -

Su padre se acercó a ella, y su aspecto volvió a la normalidad, a excepción de su mirada, que se centró en el brillo de la espada que lucía en el umbral de la puerta. Arqueó el labio, y miró a su hija con la esperanza de que le diese la mano. Pero no. La espada del chico se interpuso entre Rose y su padre.

- Que sorpresa encontrar una criatura como tu en un pequeño apartamento - vaciló el chico desconocido - Deja a la chica en paz -

- Es mi hija - dijo fríamente - Me iré con ella, te guste o no - dijo, señalando la esfera que brillaba a momentos - Venga Rose -

Rose agachó la mirada, dando así una respuesta clara. Su padre suspiró, y echo una mirada amenazante al chico.

- Nos volveremos a ver, hija mía - 

Y de un salto, su padre desapareció junto a la esfera, al igual de la magia extraña que protegía el apartamento. Ahora las llamas entraban como una ráfaga de aire, quemando todo el apartamento por segundos. El chico tuvo que guardar la espada y agarrar la cintura de Rose sin permiso; y así, por arte de magia, ambos desaparecieron del apartamento a tiempo, dejando muchas preguntas sin contestar.




Abrió los ojos de golpe. Su respiración era agitada. De nuevo volvió a soñar con la imagen de aquel ser a quién llamó padre en este tiempo. Rose se encontraba encerrada en una pequeña habitación blanca, tumbada en una cama y vestida con una bata blanca. Sus pertenencias estaban puestas en una pequeña mesita, muy cerca de su cama. Extendió vagamente su brazo y tomó su móvil para llamar a su padre, a un amigo, o a alguien para saber si todo era un sueño o no; pero el móvil no tenía cobertura. Se levantó descalza, y caminó cansadamente hacia la gran ventana que se abría como una flor. Se asomó, y vio un cielo estrellado, como si se encontraría en el espacio, o en un planeta nuevo. Bajó la mirada y contempló una Nueva York que no conocía. Rascacielos destruidos, las calles vacías; todo era un caos. De repente, alguien entró en la habitación y Rose se volteó enseguida.

- Buenos días - saludó aquel chico de la espada - ¿Estás bien? -

- Si... algo confundida, pero bien... -

El chico posó una bandeja con comida sobre la cama.

- Se que tienes muchas preguntas - le dijo - Pero cada respuesta a su momento ¿te parece bien? - Rose asintió sorprendida - Antes de nada déjame presentarme; soy John Letward -

- Rose Grey... - saludó ésta - 

- ¿Así que Grey eh? - manifestó una tercera voz -

Un chico algo más alto que John y de cabello rubio platino irrumpió en la habitación a la vera de una hermosa joven que trasmitía paz y tranquilidad. 

- Venga Jeremy... - farfulló John - 

- Venga tú - puntualizó la muchacha - Ha venido otra habitante de Entidad buscando un techo donde vivir, te necesitamos ya... -

John asintió, y se disculpó con Rose para marchar con Jeremy y la joven muchacha; pero Jeremy, aún a su pesar y a sus principios, le hizo una seña a Rose de que se viniese.




Caminaron por un largo corredor hasta llegar a una gran sala circular repleta de libros. Rose pensó por un momento de encontrarse en una librería, o en una gran Biblioteca, pero a vista de los demás era como un gran vestíbulo. Había dos únicas puertas y dos caminos que llevaban a los corredores. Una de las puertas era de piedra maciza, del mismo tallado de la Edad Media, en donde el llamado Jeremy se quedó enfrente agarrando un báculo; y la otra puerta estaba en el otro extremo, entre los libros; ésta una puerta más corriente y común para Rose.

- Ábrete - dijo Jeremy en un idioma que Rose no conocía -

La puerta de piedra se abrió un poco, lo suficiente para que la visitante entrase cubierta de una túnica rasgada. Jeremy echó un vistazo a la chica que la acompañaba, y ella fue hacia la visitante.

- Está bien, aunque varias heridas en el costado Jeremy -

- Gracias Lyanda, llévala a la enfermería por favor - ella asintió, y después miro a Rose y a John - Y vosotros, venid conmigo -

Dio un toque de báculo al suelo, y la puerta de piedra se cerró, haciendo que otra se abriera; la común. Jeremy ofreció el paso a Rose, y ella atravesó el umbral de la puerta aterrizando en una gran Biblioteca, un lugar donde ella venía a estudiar hacía unos años.

- Al fin en Nueva York... - dijo Rose mirando el gran edificio que se alzaba por la ventana - 

- Creo que tendrás muchas preguntas, ¿no? - Rose asintió - John, mi hermano, te ha salvado de las garras de los Black -

- ¿Black?, ¿los hombres que derrotaste en el parque? - John asintió a su pregunta - ¿No son personas normales? -

Jeremy rió.

- Normales, muertos, demonios, el enemigo... como quieras llamarlo jovencita - vaciló Jeremy a su ignorancia - Solo que te has librado de una muerte segura... - Jeremy comenzó a caminar hacia ella con un extraño brillo en sus dedos - Aunque esto y todo, lo olvidarás por completo... -

- No funcionará - dijo John parando a su hermano - Jeremy, antes lo he intentado y no podía, mi mano ardía... -

- Te habrá salido mal el encantamiento, recuerda quién es el hechicero aquí - le reprocho -

- ¡Me da igual! - exclamo - He visto a un Black-cambiante pidiendo a esta chica que fuese con él... ¿no crees que mi hechizo no la halla afectado por algo, no por qué lo he hecho mal? -

Jeremy se detuvo antes sus palabras, y miró a Rose con intriga.

- ¿Quién eres, chica? -

- Ahora mismo, no se quién soy - 

Rose se aferró así misma y agachó la mirada. Realmente, ahora no sabía quién era; entre qué era Black, lo que había pasado, donde había despertado, todo era muy confuso para ella y para Jeremy y John igual. Nadie sabía por qué Rose vivía con aquel hombre a quien le llamaba papá, cuando era una criatura, más conocida como los Black-cambiantes. Jeremy dio varias vueltas a la cabeza, y pensó que los Black querían algo de ella, ¿pero el qué?, si todo lo que John la había contado fuese cierto, Rose sería un punto claro para los Black, sus enemigos.

- Está bien - asintió Jeremy - Si no sabes quién eres realmente, te ayudaremos nosotros, Los Buscadores de Entidad, a saberlo -

martes, 20 de marzo de 2012

Sinopsis.

<<Sinopsis: Los Buscadores de Entidad>>


Con un portazo salió del apartamento. Era la décima vez en una semana que discutían, y para que él no la viera llorar siempre, marchaba a las calles de Nueva York. Bajaba las escaleras a grandes zancadas, mientras que se ponía los auriculares y su capucha, para ocultar su melena pelirroja y sus ojos verdosos. Rose Grey estaba destrozada. Había pasado una semana justa desde que Rose halló en su casa el cuerpo sin vida de su madre, y al ser menor de edad, fue llevada hacia su padre; divorciado de la difunta. Rose no soportaba a su padre, y más cuando en estos días mostraba tal tranquilidad, como si nada hubiera ocurrido. La joven Grey intentó olvidar la discusión introduciéndose en su mundo; en la música. Apenas se percató de la gran llovizna que caía, y de que las calles estaban completamente inundadas de grandes charcos. Rose atravesaba los charcos con sus grandes botas, en dirección al pequeño parque que se levantaba a cinco minutos del apartamento. Escuchaba la dulce voz de la cantante Jessie J en su reproductor, y poco a poco comenzaba a sentirse bien. Echó un vistazo al parque, y se encaminó hacia el columpio donde tomó asiento, empapando sus pantalones vaqueros. Empezó a impulsar su cuerpo poco a poco hasta balancearse continuamente.

- <<L.O.V.E...>> -

Rose comenzó a tatarear la canción que estaba escuchando. La motivaba porque hablaba del amor, y le recordaba el amor que su madre le dio durante estos dieciséis años. Cuando la canción acabó, Rose clavó los talones de sus botas en la tierra húmeda y sacó el móvil. Buscó de nuevo la canción y la comenzó a escuchar de nuevo, pero en cuestión de segundos la canción paró de nuevo. Sacó el móvil nuevamente, y se percató de que la batería estaba agotándose.

- Juraría que lo recargué hace media hora... - 

Desconectó los auriculares y guardó el móvil. Entonces, Rose se percató de las farolas que rodeaban el parque, que comenzaban a parpadear constantemente hasta apagarse. Rose se apartó la capucha, y dejó que la lluvia empapase su cabello, mientras observaba el fenómeno de las farolas. Un trueno resonó en el cielo nublado, y Rose se sobresaltó.

- Tormenta... - masculló con una sonrisa aliviada, sabiendo que la tormenta empezaba a causar problemas en el suministro eléctrico de las farolas; y pensó que también influyó en el móvil -

Se bajó del columpio y notó el pantalón empapado por detrás.

- Es hora de volver a casa... - murmuró Rose -

Se alejó poco a poco del parque mirando sus grandes botas empapadas de barro por la tormenta. De repente, Rose chocó contra el cuerpo de un hombre que no había visto llegar. Subió la mirada del suelo lentamente, y contempló una larga túnica negra hasta alcanzar un rostro pálido y de unos ojos intensos como el propio odio. 

- Lo siento... - se disculpó -

- No pasa nada, Rose - dijo aquel hombre -

Rose se detuvo cuando estuvo a su lado, y ladeó la vista hacia el hombre, donde su expresión mostraba una sonrisa algo siniestra. La joven retrocedió unos pasos hacia atrás para echar a correr, pero por arte de magia, otro hombre apareció a sus espaldas posando sus manos en sus hombros.

- ¿Adonde vas Rose?... - le preguntó el segundo hombre - 

- ¿No quieres venir con nosotros, pequeña Rossie? - saltó el primer hombre -

El otro hombre se acercó poco a poco hacia ella mientras que extendía su mano derecha hacia ella, que comenzaba a emitir un resplandor negro y rojo. Rose intentó moverse para alejarse y correr, pero el otro la tenía bien agarrada de los hombros. Entonces, un haz de luz iluminó el cielo por un instante, y la mirada de los dos hombres se centraron en la silueta que apareció a pocos metros de ellos. Blandía una espada muy poco corriente, y de un brillo sin igual.

- ¡Vaya, creía que las ratas de cloaca estarían correteando en el agua!, y veo que me equivoco... -

- Maldito crío... - gruñó uno de los hombres -

El primer hombre echó a correr hacia el chico de la espada con la mano extendida hacia él. En su palma de la mano comenzó a aparecer una espada, pero esta de un brillo más oscuro. Ambas espadas chocaron entre sí, emitiendo un fuerte silbido que los oídos de Rose no resistieron. Ella y el hombre que le agarraba cayeron de rodillas al suelo por el sonido, al igual que el otro hombre. Aprovechando la distracción, el chico atravesó su espada en el pecho de éste, que comenzó a desintegrarse sin dejar rastro. 

- ¡Ahora es tu turno, rata! -

La espada sobre voló media distancia hasta asestar el golpe al segundo hombre. Rose se apartó rápidamente y vio ante sus ojos como el hombre desaparecía por arte de magia. La espada se mantuvo en el suelo, hasta que el chico la tomó. Miró a Rose y le extendió la mano para levantarse.

- ¿Estás bien, chica? - preguntó él -

- Si... -

- Me alegro... ahora no recordarás nada de lo que has visto ¿vale? -

El chico posó su palma de la mano en la frente de Rose, y comenzó a murmurar unas palabras que Rose no entendía. Su mano comenzó a iluminarse, pero no al completo como él esperaba. Apartó la mano extrañado, y vio una pequeña quemadura por el encantamiento de olvidar que estaba haciendo.

- No ha funcionado... - murmuró, mirando a Rose con intriga -

De repente se escuchó un gran estallido en los edificios de atrás, justamente donde Rose y su padre vivían. Ella se volteó de inmediato, y vio que el octavo piso, la ventana que daba a la cocina de su padre, estaba prendido en llamas; no dudó en echar a correr hacia el apartamento.

- ¡Ey espera! - gritó el chico - ¿Que diantres....? -

El chico alzó la vista, y notó de nuevo una extraña presencia como la que notó hace minutos en el parque.

- Más ratas... - mascullo, escupiendo en el suelo -